koadernoan ardura hartze prozesuari buruz

 

Combatir la violencia sexual y otras formas de violencia machista que se dan en nuestros entornos siempre ha sido tan complicado y complejo como necesario. Al superar la idea de que las agresiones son una cosa personal, y empezar a afrontarlos de forma colectiva, recurrimos a un abismo sin grandes referentes.

Queremos combatir estas violencias sin repetir las formas de la justicia estatal, poniendo en el centro las necesidades de las personas agredidas, y utilizando formas de reparación y justicia transformadoras.

Para ello, debemos tener claro que este tipo de justicia, denominada justicia restaurativa o transformadora, es una opción para responder ante una agresión, entre otras muchas. En esta opción se trabaja en base a las necesidades de la persona o grupo agredido y de cara a un proceso personal de responsabilidad para el agresor, pero también de forma colectiva para el entorno.

Para que esto sea así, el agresor deberá aceptar la agresión y aceptar un proceso basado en las necesidades de la persona agredida y de su entorno.

Aquí encontramos el abismo, y en el fondo del abismo muchas preguntas sin resolver: ¿qué es un proceso de responsabilización? ¿Cómo sabemos que el proceso ha terminado realmente? ¿Cuánto durará? ¿Quienes serán los observadores del proceso y qué indicadores tendremos en cuenta a la hora de valorarlo? ¿Tenemos fuerza colectiva suficiente para hacer frente a esto de esta forma?

Al igual que una agresión se asume de forma colectiva, las consecuencias y la responsabilidad también deberían tener un carácter colectivo. En este sentido, los hombres también debemos responsabilizarnos como colectivo, ya que participar en estos procesos ocupa mucho tiempo y energía, y siempre son nuestras compañeras feministas las que se encargan de ello.

La creación de un grupo de hombres que aborden cuestiones relacionadas con la virilidad, la violencia o el poder puede ser un buen punto de partida para prevenir estos casos, pero también para responder a preguntas que han quedado sin resolver. También es conveniente crear un espacio o estructura que permita integrar los procesos de responsabilización, sobre todo de cara al agresor.

No es una militancia paralela la que proponemos, sino una elaboración y una herramienta que nos permite militar de forma más feminista. Mientras no creemos herramientas para hacer frente a los privilegios que la sociedad nos otorga a los hombres, seguirán produciéndose agresiones internas. También es hora de iniciar un proceso general de toma de responsabilidad como colectivo de hombres.